Justicia vagabunda

Mientras no me demuestren lo contrario, la justicia en Colombia es una vagabundería que privilegia descaradamente al estrato Seis, con muy honrosas excepciones. Los ‘encarcelan’  en clubes de oficiales, en guarniciones militares, en centros de estudios superiores de la Policía, en escuelas de caballería, en clínicas, en su propia casa, le rebajan escandalosamente la pena y les dan permiso para ir a la primera comunión de un hijo. Sólo falta que le permitan llevar el tetero al bebé cuando esté berreando. Entretanto, a Pedro Pueblo que se lo trague la tierra o que se lo lleve Mandinga. Personas distinguidas, de noble cuna, muchas de rancio abolengo;  egresados de prestigiosas universidades, personas que, movidas por la ambición, perdieron su brújula cuando ejercían altos cargos en vez de dar ejemplos de rectitud y probidad; oficiales llenos de charreteras y de honores, ex ministros, ex embajadores, parlamentarios, concejales, jueces, alcaldes, gobernadores y hasta presidentes de Estado. Personas que no sirven ni de espejo para nadie porque prefirieron el camino torcido. Con tantas verguenzas y agua sucia en nuestra propia casa, nos escandalizamos con las ocurrencias de Venezuela o de Ecuador, incapaces de medir nuestras faltas y vagabunderías con el mismo rasero conque pretendemos condenar a los demás.

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