Las EPS pertenecen y son negocio de intocables en la política y en el mundo financiero.
En su edición de mayo 29 pasado, Portafolio reseña cómo el Anuario de Competitividad Mundial del instituto suizo de negocios IMD, dice que la salud y la educación frenan la competitividad del país. Y advierte que estos indicadores “son los principales lastres para ser más competitivos”, pues en ellos Colombia ocupó los puestos 59 y 45, respectivamente, entre 60 países.
Lo que más sorprende es que después del remedo de reforma educativa que presentó el año pasado la ministra de Educación María Fernanda Campo, no se ha tocado el asunto, y seguramente, menos ahora que se entra en campaña electoral. En esta área, sorprende ver instituciones educativas con más de 100 años de existencia, postradas en metodologías obsoletas, con un magisterio desmotivado y una tecnología reducida, en el mejor de los casos, a un televisor por aula.
De aquello que en otros ámbitos llaman “aula inteligente”, por aquí “ni fu ni fa”, aunque nos hagamos llamar “la más educada”. Según Rosario Córdoba, presidenta del Consejo Privado de Competitividad, citada por la revista, “al revisar el escalafón, por número de profesores por alumno en la educación primaria y secundaria, Colombia quedó en la posición 59 y 55, respectivamente. Estos dos indicadores son elementales y donde el país debería estar más fuerte”, dice la señora Córdoba.
Sobre salud, el panorama es más desolador, pues buena parte de la población sufre el mal servicio, y según las crónicas recientes, nuestros niños, la población que más decimos amar, se mueren en las afueras de las clínicas y hospitales, porque la burocracia o los apetitos financieros de las EPS, los prefieren en el cementerio. La reforma a la salud, por su parte, aunque el ministro Gaviria sostiene a los cuatro vientos lo contrario, entendemos que será más de lo mismo, con nombres distintos, pues todos sabemos que las EPS pertenecen y son negocio de intocables en la política y en el mundo financiero colombiano.
Bajo este panorama, con un proceso de paz amañado a intereses poco claros, una tercerización laboral rampante y empobrecedora, sumada a la persecución incesante de sindicalistas, periodistas y trabajadores de derechos humanos, no entendemos cómo nos podemos insertar exitosamente en la Organización de Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), “la liga de los países ricos y organizados”, según el gobierno del presidente Santos.
Y según el ministro Mauricio Cárdenas, “el punto de encuentro del mundo desarrollado porque de ella sólo forman parte los países que cumplen con altos estándares en el manejo de políticas públicas, comercio internacional, flujos de capitales y generación de estadísticas”.La invitación a ingresar a esa “super liga”, se debe a que “el Gobierno desarrolló recomendaciones de la Ocde como la reforma tributaria que eliminó impuestos parafiscales a las empresas con el fin de reducir la informalidad laboral y generar más empleo. ¡la “recomendación” fue obedecida y ahí está el premio!
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