Decir que las ciénagas son “reservorios de agua inapropiados” es una ofensa a la inteligencia ambiental.
Montería. El presidente de la Federación Ganadera de Córdoba, Ganacor, Alfredo García Burgos, dijo en días pasados que el secamiento de los “reservorios de agua” para la actividad ganadera en Córdoba debió contar con la cooperación de las autoridades para que junto, con los ganaderos, contribuyeran a desarrollar la ganadería en esos suelos “que no utilizaban absolutamente nadie”. Es evidente que se refería a las ciénagas que han secado algunos hacendados para extender sus hatos ganaderos.
Lo primero que hay que recordarle al dirigente gremial es que a lo que él llama “reservorios de agua” son ciénagas que nos pertenecen a todos por cuanto que por ley son reservas naturales, áreas protegidas por la Nación, bienes de uso público; por si fuera poco Colombia firmó en 1997 la convención internacional Ramsar, para la protección de los humedales en el mundo, así que secarlas para uso personal implica un delito grave. Además, al secarlas, se mata toda su riqueza biológica contribuyendo así al calentamiento global que tanto afecta al planeta. También hay que recordarle a García Burgos que la verdadera riqueza de Córdoba son las ciénagas, los caños, las quebradas y toda su biodiversidad, y no la ganadería, como algunos ganaderos han pretendido hacérnoslo creer.
De modo que cuestionar a las autoridades ambientales porque no le prestaron esa asesoría es ni más ni menos que exigir la legitimación del delito. Y decir que las ciénagas son “reservorios de agua inapropiados” y que “no los utilizaba nadie” es una ofensa a la inteligencia ambiental, pues nadie puede apoderarse de ellos, como lo han venido haciendo algunos ganaderos. Por el contrario, es la sociedad la que ahora debe exigirles a las autoridades ambientales la recuperación de esas ciénagas.