Caucasia. Definitivamente San Pedro está muerto de risa en las cumbres celestiales por todo lo que le ha hecho al Fenómeno del Niño, al menos en lo que respecta a Antioquia, Córdoba y el resto de la región Caribe, excepto algunos segmentos de La Guajira.
Hasta fines de julio el verano arreciaba, no llovía, el calor era insoportable, las fuentes de agua se estaban secando, los ganaderos pegaban el grito en el cielo y empezaban a dar cuenta de las primeras cinco mil reses muertas. No había pasto para el ganado y sus dueños corrían a las subastas a venderlos antes que murieran. Los agricultores le ponían velas a todos los santos para que lo que quedaba de la cosecha de maíz no se fuera a pique. Entretanto, desde algún lugar del océano Pacífico, en uno de sus aislados escondites, el Niño se toteaba perversamente de la risa. Porque hay que precisar que uno de sus deportes favoritos consiste en ver rabiar a la gente, en hacerla sufrir y angustiarla con sus arremetidas de sequedad, sofocación y muerte.
El Niño estaba tan seguro de sus travesuras que ya preparaba su jaque mate en agosto con más verano, más calor y más muerte. Pero se le fue el tiro por la culata. San Pedro se levantó temprano en agosto (anda muy ocupado apoyando secretamente el proceso de paz de Colombia), abrió las llaves celestiales y empezó a desparramar agua por los cuatro costados. A la vuelta de una semana, la naturaleza recobraba su verdor, los espejos de agua volvieron a surtirse, la temperatura bajó y hasta las aves cantaron mientras ganaderos y agricultores acabaron con sus taquicardias. Ahora el Niño anda escondido, avergonzado e iracundo. San Pedro, en cambio saluda a todo mundo y supervisa complacido la campiña. Ojalá por largo rato porque el Niño aparecerá realmente en diciembre…