Los ganaderos continúan apropiándose de humedales para convertirlos en pastos o en bañadero de búfalos.
Pasó la Navidad y de nuevo la realidad. Radio, televisión y medios escritos, reportan dificultades para acceder al agua potable en diversas regiones del país, el Gobierno hace los mismos anuncios de siempre y los seres vivos sufren.
Cuando viajamos por carreteras y caminos de Colombia, sorprende la cantidad de cauces de quebradas secas, ríos sedimentados y aguas empobrecidas. Poblaciones condenadas a la lucha interminable y cada vez más aguda por acceder al agua. Quienes residen en ciudades, son indiferentes, pasan por estos escenarios sin notificarse, ya que para ellos, el agua sale del grifo y punto. El sueño se va convirtiendo en pesadilla, extendiendo sus horrores hasta cubrirlo todo y a todos. Lo reiteramos: se puede vivir sin muchas cosas, pero nunca sin agua. Las autoridades ambientales, convertidas en notarios, sustituyen su acción preventiva y correctiva por mensajes publicitarios, mientras en sus territorios se dilapidan las fuentes de agua convertidas en bienes de todos y de nadie.
La minería en todas sus escalas derrocha y contamina aguas. Los ganaderos continúan apropiándose de humedales para convertirlos en pastos o en bañadero de búfalos. Los agricultores siguen en su desenfrenado uso de agroquímicos que terminan en gran parte en los cuerpos de agua superficiales y subterráneos. Metales pesados que asechan la salud y la vida de todos los seres vivos. Los medios de comunicación “anuncian y denuncian” pero no hacen seguimiento a la noticia y no profundizan en la causa del problema, es decir informan a medias o desinforman ¡Es el cambio climático! La pregunta: ¿Por qué si el agua es tan importante para nosotros la tratamos tan mal? La respuesta: Porque nos comportamos estúpidamente. La estupidez convertida en un mal universal, envuelta en falsos mensajes de civilización, progreso y desarrollo. En la región la salud pública, tan asociada al acceso al agua y a su calidad, deja mucho que desear y explica no pocos de los comportamientos y malestares padecidos por la población. Esperemos que al cambio climático no lo conviertan en la excusa de la omisión, la imprevisión, la improvisación y la insensatez. La defensa y conservación de los cuerpos de agua superficiales y subterráneos debe convertirse en propósito nacional, en política de Estado y en compromiso ético de todos los ciudadanos.