Cereté, Córdoba.- En una esquina del barrio Santa María, hay luto. Allí se comenta en voz baja sobre la muerte del mantero Okimpo Ramos Nisperuza. Lo mató un cáncer y terminó pobre y olvidado. En la puerta de entrada de casas vecinas carteles fúnebres dan cuenta de su muerte, de su nombre y de la hora del entierro. Alrededor de la sala de un improvisado altar dos pequeñas velas danzan tímidos ritmos de duelo. Está presente la viuda de casi 45 años y amigos allegados. Okimpo, quien terminó de mototaxista o vendiendo boletas hasta que el cáncer se lo permitió, exponía su vida en las corralejas con capa y muleta, a manera de escudo protector frente a los astados.
«Se necesita más que coraje en la arena para enfrentar a un toro», dice la dama. Por eso, algunos manteros, protagonistas de esa actividad taurina están convencidos que este trabajo es mucho más que diversión, es pasión.
Según Sandra Arrieta, esposa de Okimpo él protagonizó excelentes faenas teniendo el acompañamiento de su cuadrilla integrada por Nicanor Pérez, del barrio Carcas de Cereté; Otoniel Ochoa, de Cotorra; Luis Ortega, Arturo Luna y Ángel «El Indio» Chima. Todos están olvidadados en la memoria de los hombres, incluyendo a organizadores de esas fiestas y a ganaderos, quienes usualmente no responden por lo sucedido a manteros, banderilleros y picadores cuando sufren algún percance exponiendo su vida frente a un público delirante y febril.
Las corralejas, que en una época fueron el escenario para que los ganaderos dieran rienda suelta a su vanidad como criadores de toros criollos bravos, hoy se han convertido en un negocio “redondo” que proporciona pingües ganancias a sus promotores.
Un ejemplo de eso es Planeta Rica, donde todas las entradas se agotan anticipadamente y durante los seis días de fiestas el lleno es total, hasta las banderas.
Después que los toros se acaban en Planeta Rica, las corralejas siguen a otras regiones cordobesas o al Bajo Cauca Antioqueño en las llamadas «plazas», con el guiño del alcalde de turno. Se dice que algunos burgomaestres reciben su «tajada» y toda esta parafernalia taurina culmina en abril en Cotorra,el más pequeño municipio cordobés que tiene de vecinos a Cereté, San Pelayo y Ciénaga de Oro. En Cotorra, se realiza la famosa «mamá» de las corralejas y se tira la casa por la ventana. Por eso en esta época de toros, banderilleros y capoteros y de dinero al por mayor, el contraste lo marcan los ex protagonistas que pusieron el pecho, arriesgaron la vida, la perdieron por una cornada fatal o terminaron arropados por un cáncer como Okimpo, en medio de la pobreza y el olvido.