Montería. El río Sinú tiene un trayecto llamado de «la verguenza» porque en él se depositan grandes descargas de desechos, basuras, escombros, animales muertos, aguas negras y otros agentes contaminantes.
Ese tramo de olores fétidos comprende desde la Brigada hasta la Calle 41, después de pasar por numerosos barrios del sur. Para colmo de males, cuando afloran las playas, muchas personas -niños, jóvenes y adultos- se bañan junto a esos desechos putrefactos sin saber que pueden contraer enfermedades en la piel y en su organismo.
El investigador Víctor Negrete Barrera, lo ha denunciado ante las autoridades pero es poca la atención que se presta a estas alertas.
Negrete Barrera, orgullo de Córdoba, ha sido un «ave solitaria» publicando investigaciones de tipo social, ambiental, agro económico, de luchas agrarias e histórico. Ha puesto en las manos de autoridades sus estudios pero tal parece que no les interesara que se supiera tanta verdad que hay en sus trabajos.
Por cierto que en materia de habitantes ribereños, los clasifica en tres clases, pobre, medianamente pobre y rico.
Pedro, el que cuenta sus cuitas en este relato, encaja en la clasificación «medianamente pobre», haciendo la salvedad de que tuvos algunas hectáreas de tierra que le fueron usurpadas por paramilitares, ahora vive en medio de muchas estrecheces y está a la espera de justicia y restitución.
El «pobre» es el que no tiene tierrra, escasamente un sitio baldío, o de la Nación. Usualmente es jornalero o peón de alguna finca cercana. Tiene pequeños cultivos de pancoger y el río le proporciona «la liga», con el pescado. Eso fue en otros tiempos. Si es verano o es invierno, aprovecha el río para sacar arena, para sembrar patilla u otros cultivos en los playones.