«Cuando lo conocí él ya representaba un símbolo de cambio constitucional. Para mí, como para toda una generación de nacientes constitucionalistas, era todo un acontecimiento que un filósofo, profesor universitario y sin ningún vínculo político, hubiera sido elegido magistrado. Mirando atrás, no me cabe duda de que su elección fue posible porque muchos de los que lo apoyaron no anticiparon que este hombre escribiría buena parte de las decisiones más progresistas de la Corte Constitucional. En el momento en que Gaviria era magistrado estaba todo por construir. Y para él, construir significaba mandar mensajes simples, pero radicales, frente a lo que esta sociedad estaba acostumbrada: el respeto de la libertad individual, la necesidad de garantizar condiciones de igualdad para grupos marginados y discriminados y la importancia de defender la democracia como condición de libertad». (Fragmento de un sentido artículo escrito por la abogada Natalia Ángel Cabo en El Espectador y replicado en el último Boletín de Asmedas).