Sería una tragedia que Bogotá regresara a manos de los mismos que propusieron crear un bloque paramilitar.
Gustavo Petro ha sido, desde que empezó su administración sacudido por fuertes oleajes. Han querido hundirlo de mil maneras y siempre se ha mantenido a flote. El procurador Ordóñez, un viejo y reconocido quemador de libros, un godo recalcitrante, lo ha intentado con insistencia. Las mafias enquistadas en el distrito capital han hecho lo propio desde el momento en que les condicionó el contrato de recolección de basura y buscaron la manera de tumbarlo dejando a la ciudad sumida durante tres días en un océano de desperdicios y malos olores ¿Por qué se la han “montado” tanto a Petro si no se ha robado un peso? No han olvidado los debates y las denuncias candentes en contra de la clase política corrupta que, desde su curul en el Congreso, hizo durante más de cuatro años. No le perdonan que carezca de abolengos políticos ni familiares. Ni mucho menos que haya acusado al 70% del Senado de la República de ser cuota del paramilitarismo, como lo reconoció Mancuso años después desde su sitio de reclusión en Estados Unidos, y lo corroboró luego la Corte Suprema de Justicia tras investigar y condenar a cuatro ex presidentes del Congreso, cercanos al entonces presidente Álvaro Uribe. No le perdonan haber prohibido el sanguinario espectáculo taurino ni haber abierto más escuelas, reducido la tasa de pobreza en 2013 y la mortalidad infantil en un dígito.
Los que suelen ver siempre el vaso medio vacío, aseguran que el programa Bogotá Humana es un fracaso. Y hacen referencia a la movilidad y a Transmilenio para ilustrar lo mal que anda su administración. Pero echan al olvido el mínimo vital de agua para los estratos menos favorecidos, el mejoramiento de la calidad del aire y su lucha por acabar la corruptela clientelista.
Olvidan que fue nominado en 2013 al premio Pablo de Tarso como “Mejor Alcalde” de Iberoamérica, un galardón que solo se les concede a mandatarios que han hecho aportes significativos en la solución de los problemas de sus comunidades.
Ahora, Francisco Santos, vicepresidente de Álvaro Uribe durante ocho años de su nefasto gobierno y aspirante a la alcaldía de Bogotá, ha llamado “corrupto e incompetente” a Petro. La cosa daría risa si no fuera porque el Centro Democrático o uribismo, fue el creador de la Seguridad Democrática, un programa que tenía como objetivo cuidar las carreteras del país para que los miembros de la Federación de Ganaderos pudieran ir tranquilos a pasar el fin de semana a sus fincas sin que las Farc o el ELN los molestara. El mismo que le dio vida a los “falsos positivos” y que dejó una extensa lista de jóvenes muertos luego presentados como guerrilleros caídos en combate. El mismo de las “chuzadas” que hoy tiene al ex presidente y senador con los nervios de punta porque María del Pilar Hurtado, la ex directora del DAS fugada y hoy presa, pueda, en cualquier momento, prender el ventilador y dejar al descubierto la mente maestra detrás del delito. El mismo que compró al Congreso en pleno con puestos, nombramientos y notarías y abrió las puertas al escandaloso episodio de la “Yidispolítica”. El mismo que creó Agro Ingreso Seguro, programa que, camuflado bajo la apariencia de subsidios para campesinos pobres, pagó favores a aquellos ricos que aportaron en 2002 varios millones a la campaña Uribe Presidente, y por el que el ex ministro de Agricultura, Andrés Felipe Árias, fue condenado por la Corte Suprema de Justicia a 17 años y medios de prisión. El mismo que fue el motor de la parapolítica y que hoy tiene tras las rejas a un gran número de miembros de esa colectividad autodefinidos como “perseguidos políticos”. Creo que el uribismo sufre de Alzhéimer inducido. Cada vez que abre la boca, echa en saco roto, el episodio de Carimagua; que fue el primo hermano de Pablo Escobar, José Obdulio Gaviria, asesor de Uribe, quien organizó una reunión con el ex paramilitar Antonio López, alias Job, en la Casa de Nariño. (Condensado de Semana.com)