Apartadó, Antioquia.- Angela Salazar Murillo es una de esas mujeres que se rejuvenecen con el dolor; que le sacan partido al sufrimiento y forjan la templanza en medio de las desgracias. Ha sido maltratada, despojada, amenazada, desplazada, le han matado familiares y ha presenciado de lejos y de cerca muchas masacres en contra de su gente morena en Urabá. Tantas calamidades juntas son suficientes para sentir que se le va la vida.
Pero no ha sido así, Angela encontró apoyo en instituciones y organizaciones no gubernamentales que le dieron la mano, asistió a muchas charlas y conferencias que le fueron haciendo comprender que la vida continúa y que existen muchas razones para vivirla, se capacitó y hoy por hoy recorre muchos escenarios escuchando y hablando de sus vivencias y su manera de ver el mundo. Hace parte de Iniciativas de Mujeres Colombianas por la Paz y de la Mesa Departamental de Víctimas de la Sociedad Civil. Actualmente acompaña a Cordupaz en el trabajo de construcción de paz, apoyando a las organizaciones en su fortalecimiento y reside en el barrio Obrero de Apartadó, conocido como la «invasión de Chinita».
«Aquí estamos en un proceso de reparación colectiva porque sus habitantes son familiares de trabajadores bananeros. Y muchos de ellos fueron masacrados, como las del Bajo del Oso y Osaka», recuerda.
Desde inicios de la invasión comenzaron las masacres; por eso ahora se está trabajando el tema de la reparación colectiva para el barrio Obrero y el Policarpa de Chigorodó, por la masacre del Aracatazo, reconocida por el paramilitar H.H. en connivencia con unidades del Ejército de Colombia.
Angela reconoce que en la región de Urabá y del Darién ha jugado papel importante la Iglesia en el reconocimiento como víctimas y como personas humanas.
«En cuanto a la reconstrucción de nosotros como sociedad, uno de los avances más significativos es que hemos empezado a hablar, a decir qué fue lo que nos pasó, lo que nos hicieron, quiénes lo hicieron. Nos reunimos, contamos cómo hemos vivido, hacemos conversatorios de todas las mujeres; somos un grupo superior a 50 en el eje bananero y nos reunimos con otras que mantienen la misma dinámica. Podemos decir que todo esto es necesario», señala Salazar Murillo. Y añade que el proceso de paz ha avanzado mucho en Cuba. La gente cree que no, porque «la experiencia con las AUC, fue de una, a ras con bola, como se dice vulgarmente».
«Pero este proceso con las Farc -añade Angela- ha sido más concienzudo. Como sociedad hemos hecho cuestionamientos aunque parezca que a veces hay retrocesos y a veces avances pero nunca se han parado de la mesa. La misma Farc ha dicho que no lo hará sino al final de los acuerdos que se suscriban. Otro avance es que la misma guerrilla reconozca que han dejado muchas víctimas, cosa que antes negaban. «Deseamos que el Estado no se quede en las ciudades, sino acercar al campo con la ciudad de manera efectiva. Procurar que el campesino no tenga que salir de su tierra por el conflicto armado, porque el hijo quiere estudiar en la Universidad o va en busca de trabajo. Que toda esa tecnología, que todos esos avances lleguen al campo».