Colombia tiene claro que varios directivos de Saludcoop, que vivían como príncipes en Bogotá, Miami y Santiago de Chile, adquirieron grandes propiedades, yates de lujo y pent houses. Invirtieron en negocios que no tenían nada que ver con la salud ni con los intereses de la empresa que le fue puesta en sus manos. Y desmadraron este proyecto orgullo de los colombianos.
Todavía no está clara la responsabilidad de mucho de esos directivos y las investigaciones siguen a paso de paquidermo.
Lo que no saben muchos es que en Montería, la sección de Urgencias está convertida en una especie de hospital de guerra, donde si fuerámos justos, habría que darle la cruz de Boyacá a un montón de médicos, enfermeras y personal paramédico que trabaja con las uñas, con malos sueldos, jornadas agotadoras, limitación de espacio, de drogas, de herramientas de trabajo y de recursos en general. Para colmo de males, llegar hoy por hoy a Urgencias de Saludcoop es soportar a una verdadera caldera: el aire acondicionado está dañado, los pacientes son sometidos a largas esperas en medio de sus dolores y las angustias de sus parientes o amigos. No hay abanicos. No hay camillas suficientes porque a cada rato se colapsa el ingreso de tanta gente. El televisor de la sala de espera no sirve, hay sillas en mal estado y el reloj de pared está a punto de sacar la mano. Se suscitan discusiones entre el personal que atiende y los pacientes que esperan y pare de contar. Una verdadera caldera del diablo en Montería. ¿Cómo será en las demás EPS?