Nunca en la historia de Colombia se habían presentado semejantes desgracias colectivas a profesionales de brillante carrera que apoyaron a Alvaro Uribe y terminaron reuniéndose por la puerta de atrás del Palacio de Nariño con paramilitares, o se involucraron en oferta de sobornos, en intercepciones telefónicas, en falsos positivos o en desvío de recursos para campesinos hacia bolsillos de terratenientes en busca de apoyo político. El escritor y periodista Sergio Ocampo Madrid, hace una apretada síntesis de estos episodios que aún no tienen colofón porque las rejas de la cárcel esperan pacientes a peces más gordos.
César Mauricio Velásquez va a ir a la cárcel. Eso es altamente probable pues ya la Fiscalía consideró que hay evidencias de sobra para que sea condenado por concierto para delinquir, al hacer parte del plan para desprestigiar a la Corte Suprema y a Yidis Medina.
¿Qué pasó con este buen muchacho que hace quince años era un opus dei convencido, que rezaba el rosario todos los días, creía en el celibato y dirigía con acierto y buena intención una facultad de periodismo bien reputada? ¿En qué momento terminó recibiendo por los sótanos de la Casa de Nariño a paramilitares oscuros y armando complots contra magistrados?
El caso de César Mauricio es la última prueba de que así como existe un toque de Midas, o sea esa extraña mutación alquímica a cargo de un personaje que lograba convertir en oro todo lo que tocaba su mano, también existe un toque fatal cuya acción es justamente lo opuesto, esto es que hombres y mujeres buenos, tranquilos, pacíficos, personas honradas, de mentalidad liberal, sufran la metamorfosis hacia la beligerancia, la apología a la guerra, a la ilegalidad, el reaccionarismo, o acaben traspasando la frontera de lo que está bien y está mal y huyan luego a la acción de la ley.
Aunque no existe un vocablo en buen español para este efecto perverso, en Colombia, en la última década, se puede acuñar un nombre perfecto: “El toque de Uribe”, del expresidente y hoy senador Álvaro Uribe. Desde hace unos años vengo juntando un inventario de esos personajes que fueron una cosa y hoy son otra distinta. No me queda claro si es la cercanía al poder lo que los cambia o corrompe; si es que en realidad el expresidente consigue malograr gente buena, o simplemente les facilita sacar ese demonio que todos llevamos adentro. No sé.
La lista arranca con María del Pilar Hurtado. Decía la revista Semana, el 7 de febrero de este año, que hasta su llegada al DAS, en el 2007 (segundo gobierno de Uribe) la hoja de vida de esta funcionaria era intachable. “Había sido cercana de los exalcaldes Peñalosa y Mockus y del exsecretario de la Presidencia Gabriel Mesa. Todos ellos atestiguan que era una funcionaria diligente y responsable…”
Hoy Hurtado está condenada a 14 años de cárcel por las famosas “chuzadas” a la Corte Suprema y a líderes de opinión; fue prófuga de la justicia; se movió como una criminal fugitiva entre Panamá y Costa Rica; el Gobierno de Martinelli le dio un dudoso asilo en Panamá; luego, el nuevo Gobierno se lo revocó, y terminó cazada internacional mente con circular roja de Interpol incluida.
Dicen que Andrés Felipe Arias era un brillante profesor de la Universidad Católica; un académico apacible y modesto. Llegó al Ministerio de Agricultura en febrero de 2005 y terminó comiéndose el cuento de que iba a ser presidente, sucesor natural de Uribe; se enredó en el lío de Agro Ingreso Seguro, repartió la plata de los campesinos entre ricos finqueros pensando en su futura campaña política, y terminó destituido por la Procuraduría e inhabilitado por 16 años. Estuvo detenido 23 meses en la Escuela de Caballería y tras una indebida presión de los medios lo soltaron para que se pudiera defender como hombre libre en su proceso penal. No era un riesgo para la sociedad. Casi un año después, la Corte lo condenó a 17 años de cárcel, pero ya Arias había huido a Miami. Como cualquier delincuente fue sacando de su hogar en la noche las cosas necesarias y se les perdió hasta a sus propios escoltas.
Luis Carlos Restrepo era un reputado psiquiatra que se fue especializando en temas de paz, entendida esta como un proceso de sanación personal, y escribió un singular libro llamado “Derecho a la ternura”, sobre un cambio en los paradigmas de nuestra cultura para disminuir la agresión y reivindicar la “caricia social”. Como una especie de “ternura activa contra la violencia”. Un buen tipo, sin duda, que llegó al gobierno de Uribe como Comisionado de Paz y terminó inventándose una desmovilización con una célula guerrillera que nunca existió. Hoy está escondido en algún lugar del mundo y condenado en Colombia a seis años de cárcel.
Sabas Pretelt era hace dos décadas el ejemplo del ejecutivo exitoso. Estudió Humanidades en la Universidad de los Andes y Economía en la del Valle, y manejó por muchos años Fenalco hasta convertirlo en una entidad muy prestigiosa, sobre todo por los programas de responsabilidad social y conducta ética en el sector comercial. Llegó al ministerio del Interior de Uribe en 2004 y hoy está preso pues quedó comprobado que fue agente activo en la compra de los votos para asegurar la reelección de Uribe en el 2006.
¿Cómo logra Álvaro Uribe trastocar de un modo tan dramático la estructura moral de la gente, sus convicciones éticas, su comportamiento civilista y pacífico?
El hoy flamante senador por el Centro Democrático Alfredo Rangel era un académico de primera línea a fines del siglo pasado. Ecuánime, centrado, recuerdo sus sesudos análisis sobre los corredores de la guerrilla, sobre sus frentes, las estrategias de guerra, todo en medio de la gran sindéresis de quien estudia los procesos sociales e históricos sin beligerancia. Difícil reconocerlo hoy cuando cualquier crítico es de inmediato tildado por él como amigo de las Farc, como defensor de terroristas, lo cual quedó clarísimo el pasado 13 de julio cuando abandonó en vivo y de mala forma un debate al aire en el programa radial Hora 20. Hoy Rangel es uno de los más vehementes enemigos del proceso de paz y ayer mostró que como buen uribista no se para en rayas en el arte oscuro de sembrar cizaña y manipular cuando sugirió que la caída del helicóptero en Urabá fue un ataque de las Farc.
Conocí a Francisco Santos cuando era jefe de redacción de El Tiempo. Divertido, abierto, estupendo jefe, fogoso en su compromiso de buscar la verdad, creativo para proponer grandes temas, riguroso al perseguir y denunciar corruptelas; buen líder para movilizar gente y convencido de la obligación de los medios en visibilizar las propuestas decentes en política. Nada que ver con este defensor a ultranza del modelo uribista, que hizo oposición descarada y abierta desde la tribuna del periodismo en la radio, como director de noticias de RCN, o propuso el uso de electrochoques para manejar las marchas de los estudiantes. Inclusive, con un proceso aún abierto en su contra por la eventual formación de grupos para militares en Cundinamarca. En lo personal, me niego a creer esto último.
Luis Alfonso Hoyos era un político pr ovinciano, reputado como transparente y gran gestor económico, además de ser el opositor de verdad al tradicional y turbio grupo de los Yepes en Caldas. Un hombre que logró transformar en una década a Pensilvania, su pueblo natal. En un reportaje en El Tiempo del 29 de enero de 1998 se hablaba del milagro de este municipio, que fue mencionado en el informe del Banco Mundial como modelo de administración. Un sitio donde la educación era gratuita hasta grado 11, el 95 por ciento de las veredas tenía escuela propia y a los niños les subsidiaban el transporte en chiva para llegar a estudiar. Un lugar donde se ejecutaba el presupuesto hasta en un 220 por ciento, por préstamos de los cafeteros y aportes de la Nación. Todo eso, en alguna medida gracias al “doctor Luis Alfonso”.
Es decepcionante entonces saber que fue él, como asesor de la campaña uribista a la presidencia el año pasado, quien intentó infiltrar guerra sucia en la prensa cuando fue a Rcntv a llevar información de Juan Manuel Santos, y el propio director, Rodrigo Pardo, lo denunció con imágenes de las cámaras de seguridad, y que quizá fue él quien dirigió toda la maniobra de espionaje con el hacker Sepúlveda. Hace una semana, un juez ordenó la captura de Hoyos, visto por última vez en Miami el pasado 28 de enero. Una circular de Interpol está por salir con su