Cereté, Córdoba.-Su vida está rodeada de dolor, angustia y misterios después de haberla expuesto durante más de un centenar de ocasiones en las distintas corralejas de pueblos y corregimientos de la Costa Caribe.
Irónicamente, en esta ciudad cordobesa, su patria chica, distante 18 kilómetros al norte de Montería, pocos conocen el nombre de quien es considerado por expertos como una «leyenda viviente» por haber sobrevivido al ataque de tantos toros bravos, en tardes repletas de colorido, mujeres, música y ron.
José Francisco Madera Carmona, apodado cariñosamente «El Maderita», tiene el cuerpo repleto de cicatrices que, al ser corneado en brazos, cara, vientre, piernas, etc., revelan las heridas sufridas que lo acercaron dramáticamente a la muerte. Alguien comentó que debió ser apodado «Pinocho», al compararlo con el personaje del cuento infantil que quedó despedazado al intentar salvar la vida de su anciano padre, el carpintero Geppetto, quien trató luego de remendar su cuerpo de madera hasta que el hada lo revivió en carne y hueso. Quien tiene la oportunidad de observar las cicatrices de Madera Carmona no entiende cómo logró sobrevivir a tanto dolor y a la acometida de tanto toro bravo.
Desde muy joven fue atraido por las corridas de toros en corralejas. «El Maderita», cuando se acercaban las fiestas, iba a las diferentes plazas de los pueblos a participar con la esperanza de ganarse unos pesos. No era extraño encontrarlo en territorios de Sucre, Bolívar, Magdalena, Córdoba y en las zonas cálidas de Antioquia como el Bajo Cauca. Por eso este hombre exhibe orgulloso las marcas en su piel como trofeos aunque al final de la historia, poco o nada le reportaron económicamente ahora que todo aquello pertenece a su caja de recuerdos.
Su hermano Eliécer señala que la fama le llegó en la década del 80 y 90. Pero así como le llegó como un destello, se le esfumó como una ráfaga. Durante aquel esplendor se ufanó de tener 3 mujeres al mismo tiempo y ganar buen dinero que no supo aprovechar.
Se fue de su casa a la edad de 12 años a perseguir su sueño de torear. A ‘El Maderita’ el arte de enfrentarse a los toros se lo inculcó el ya fallecido Néstor ‘Mocho’ Acuña, de Sincé, quien en su época conformó una cuadrilla de manteros que fatalmente fueron muriendo uno a uno en el redondel, entre ellos Bienvenido Treco, Nel Lugo, Julio «El Indio» Salguero y Santico Hernández.
«No sabemos cómo aguantó las arremetidas de esos temibles animales y todavía sigue vivo; su vida siempre fue misteriosa, pero nunca ha explicado cómo hacía para no morir de las graves heridas», añade su hermano. «El Maderita» recuerda que se enfrentó a toros como El 16, Camarenga, Yacabó, Piedra e’ Lipe, El Pescao, El Melcocha y El Balay, este último casi lo mata. «Me tocó presenciar cuando el toro El 16, de propiedad de Laguandio Barguil, de la hacienda El Tomate, con el casco lo rozó y le cortó parte del rostro y quedó sangrante y desfigurado mientras otros corrían a protegerlo y conducirlo al hospital; eso ocurrió en 1992 en la plaza de Ciénaga de Oro», indicó Mario Lozano, gran aficionado a las corralejas. Lo cierto es que el enfermo sólo esperaba incorporarse de la camilla para volver tras los astados.
José Francisco reside en el barrio 24 de Mayo, de Cereté, a orillas del Caño Bugre, donde es común verlo deambular por sus alrededores mostrando orgulloso las heridas que le ocasionaron los animales que valientemente enfrentó persiguiendo la ilusión de ser un torero famoso.