No diga hoy cobardemente, caricaturizando disculpas y perdones, que lo hizo por la paz. Es usted un gran solapado, un gran mentiroso.
«Si errores cometí, pido perdón a mis compatriotas…» dijo el expresidente Belisario Betancur, lavándose las manos al hablar de la tragedia del Palacio de Justicia ocurrida el miércoles 6 de noviembre de 1985. Pues los cometió todos.
Permitió que con la salvaje participación del Ejército a su mando, se asesinaran los magistrados de la justicia, se desaparecieran ciudadanos inocentes y se torturara despiadada y des vergonzadamente en la simbólica, “patriótica” Casa del Florero. Después se puso a cubierta, guardando silencio. Y hasta hoy no ha sido capaz de darle la cara al país sobre lo que sabe sucedió en las esferas que dirigía. Asunto para el que lo eligieron.
Y como siempre han hecho los gobernantes de Colombia, al hablar sobre las causas y responsabilidades históricas de esto que hoy es un desastre de país; el mismo que hoy reciben las nuevas generaciones, bañado en sangre, dolor, miseria y odios, ha rehuido cobardemente sus culpas, con estas cínicas declaraciones que llenan de indignación a las víctimas. Y a los colombianos pensantes, que no puede engañar.
No diga hoy cobardemente, caricaturizando disculpas y perdones, que lo hizo por la paz. Es usted un gran solapado, un gran mentiroso. No falta sino que pida que lo indemnicen.
Quizás no sea pronto, pero en este siglo, las páginas de historia del nuevo país que seguro surgirá de esta ignominia lo tendrán en el basurero de los viles, cuando salga a luz lo que no puede estar oculto por siempre en el “cielo y la tierra”.