
Caucasia.- Con una alegría que no le cabe en su corazón, la madre de la nueva campeona mundial de boxeo, categoría gallo, Cecilia de las Mercedes Hernández Oviedo, evoca pasajes de la niñez de su hija y recuerda con mucha nitidez aquella vez cuando le dijo en medio de su inocencia: «Mami, yo voy a ser campeona mundial. Huy, ya me pinto cuando tenga puesto el cinturón de campeona. Esta casa te la voy a hacer de dos pisos».
Cecilia vive en un sector de El Castillito con varios de sus hijos y otros muy cerca de ella. El Castillito fue un barrio de invasión que luego fue desalojado y a través de un intermediario se vendieron lotes hace 22 años y se legalizó la nueva ocupación. El lote suyo le costó $435.000 La casa es humilde. Sus paredes son de ladrillos sin empañotar, de un lado y de tablas de madera clavadas con martillo, del otro. Ella fue desplazada de Planeta Rica, se fue para Montería y allá conoció a Rosendo Cordero Mestra, con quien se comprometió. Retornó a Caucasia y nacieron Josefina, Rafael, Jeyson, Gloria y Dayana. Mientras la madre apoyaba casi incondicionalmente la naciente vocación boxeril de su hija, su papá condicionaba esa práctica a buenos resultados académicos en sus estudios. Y aunque era remilgoso con la niña, ésta siempre lo convencía con zalamerías, abrazos y besos. Por lo demás, Dayana era buena estudiante y como si fuera poco practicaba atletismo y fútbol, deportes que le permitieron representar al plantel en eventos inter-municipales en Titiribí, El Peñol, Guadalupe, Gómez Plata y Toledo, entre otros. Su mamá aún guarda las menciones de honor entregadas a Dayana por aprovechamiento deportivo, académico y de convivencia. Rosendo murió en agosto del 2010 de un infarto y no alcanzó a saborear las mieles del éxito de su niña que en ese momento contaba 14 años y a esa edad ya había saltado al profesionalismo. Hacía rato los niños y amigos decían que en el barrio hay «una pelá que tiene mucha muñeca», para significar que pegaba muy duro y no le tenía miedo a nadie. Desde los 10 años se daba puños con niños de su edad y hasta mayores. No es que fuera buscapleitos, es que estaba brotando desde muy adentro de su corazón la pasión que la marcaría desde entonces: el boxeo. Entre los 10 y los 14 años la niña fue puesta en manos de Daniel Baldovino, entrenador de deportistas en Caucasia; participó en muchos combates de aparente intrascendencia en Montería, Montelíbano y Caucasia; como aquella vez cuando mandó a la lona dos veces a una contrincante monteriana y le regalaron un suéter y un sombrero vueltiao; la etapa de aficionada incluye dos peleas en dos noches seguidas contra rivales de Sucre y de Barranquilla y ambas ganadas. Luis Carlos Paternostro, dueño de Laboratorios Diesel Universal, en serio y en broma, le regalaba pantaloneta, camiseta y zapatos para que la niña cumpliera sus sueños. Y su gran acompañante siempre fue su mamá Cecilia, quien creyó en su pequeña. «En Montería alguien que vio su estampa de boxeadora le vaticinó que llegaría muy lejos», recuerda la progenitora de Dayana. Como profesional se estrenó en Montelíbano. Su rival era de más edad, físico, estatura y recorrido. Dayana le rompió la cara y la venció en franca lid. Era la Pantera Miranda, de 25 años, aproximadamente.
Cecilia sobrevive vendiendo almuerzos diariamente con la ayuda de sus hijos. Una olla de considerable tamaño la monta desde temprano frente a la puerta de la casa y mantiene un surtido de troncos, palos y tablas para atizar convenientemente el fuego del improvisado fogón. Abrumada por la alegría y la emoción, espera la visita de su hija a principios de febrero para darle un abrazo, un beso y para conocer el cinturón de campeona que en sus sueños de niña alguna vez había prometido ganar.