El desarrollo fragmentario de Montería, está mezclado con otros intereses distintos al de construir una ciudad humana, amable, coherente y digna.
El alcalde Marcos Daniel Pineda García cumplió una promesa de su campaña: el martes sin parrillero. Una medida que evidencia la ausencia de un proyecto serio de movilidad de transporte público de pasajeros, que pueda responder a las necesidades de una ciudad con verdadero sentido de desarrollo urbano y humano.
El alcalde debería saber que la movilidad de una ciudad, en especial las personas y sus actividades, son tan importantes como las construcciones físicas.
Como simple observador, tengo la percepción de que la medida ha resultado más populachera que popular, pues aumentó el caos en el Centro, se ha registrado un incremento considerable en los niveles de ruido e inseguridad. Tampoco ha impactado positivamente en la actividad comercial como se esperaba. Ahora el mandatario advierte que retomará el martes sin moto si, ese día, se observan parrilleros, lo que hace pensar en un eventual reversazo, con lo cual quedará demostrado que sólo fue una maniobra hábil, una estratagema, para conseguir votos.
Paralelamente, el alcalde Marcos Daniel les devolvió el favor a los empresarios del transporte que lo apoyaron al permitirles un aumento desproporcionado en las tarifas (el más caro de la costa Atlántica) y, lo peor, con el argumento, obediente y sin reparos, de que se trataba de una tarifa escogida por los empresarios dentro de un rango ofrecido por el gobierno.
Quienes estamos observando este espectáculo que ahora en Montería llaman “progreso” sabemos que esas medidas, al igual que el desarrollo fragmentario de la ciudad, está mezclado con otros intereses distintos al de construir una ciudad verdaderamente humana, amable, coherente y digna.