«El estudio es la única arma que los pobres tenemos para cambiar nuestras vidas y transformar la sociedad», sostiene Jairo Torres Oviedo. El claustro de educación superior parece retomar por fin su norte, que anduvo embolatado desde hace más de 15 años por culpa de politiqueros, paramilitares, paros, pedreas y la crisis administrativa que en el 2012 tuvo cuatro rectores en menos de dos semanas.
Montería.- No le tocó nada fácil al muchacho nacido en las propias entrañas populares de la capital de Córdoba, durante su infancia y su adolescencia mientras estudiaba con limitaciones y ayudaba a la casa a conseguir unos pesos extras conque nivelar las pesadas cargas de la pobreza.
Es más, casi podría decirse que tenía suficientes razones para ser rebelde al observar la estrechez donde nació y la holgura de otras gentes. Acababa de darse cuenta de lo injusta que es la vida y de la inequidad que trae consigo. Y Montería es una muestra impresionante de esas diferencias sociales desde los tiempos feudales hasta hoy. «La pobreza no es obstáculo para ser un buen estudiante ni un impedimento que limite. Al contrario, debe ser un acicate para salir adelante», afirma sin amarguras, para significar que la vida no regala nada y que sólo con el esfuerzo se alcanza a volar por encima de las cumbres más altas. Y nadie mejor que él para dar testimonio de esta verdad para lo cual el esfuerzo, la disciplina y el sacrificio hicieron parte del escenario de su vida donde alcanzó la posición que hoy tiene y se ganó el respeto que todos le profesan. «No hay que arredrarse ante el primer inconveniente que se nos presente. Siempre hay que echar pa’ lante», sostiene. Y añade: «la educación es el único instrumento de movilización social que tenemos para poder transformar las cosas y a nosotros mismos como personas. Vivimos en una región que infortunadamente y de acuerdo con las estadísticas de desarrollo humano, es el peor departamento en el país después del Chocó. Eso es triste, tenemos una pobreza por encima del 60%, para no hablar de la indigencia. Usted sabe que es pobre el que gana dos dólares al día ($6.200.oo aproximadamente) e indigente el que no alcanza siquiera a completarlos, según el Banco Mundial. Montería no es la excepción; sus niveles de pobreza e inequidad son profundos. Y precisamente esta es la realidad que debe sensibilizarnos y cambiarla. O vivir arrastrando esa profunda inequidad y esa pobreza permanente». También considera que estos males generan otros como inseguridad, violencia y las distintas formas de descomposición social, que son fruto de una sociedad sin oportunidades. Por eso es partidario de fortalecer el aparato productivo para que llegue el sector empresarial a invertir, a crear riqueza y a generar trabajo. «Tenemos dos Monterías: la del centro, que vemos bonita con infraestructura y la de la periferia que no se toca, la Monteria invisible, que se refleja cuando hay sicariato, violencia e inseguridad».
Jairo Torres Oviedo, como los jóvenes humildes de su edad, tenía a la sazón dos posibilidades para definir su futuro: buscar trabajo de ayudante de albañilería, de vendedor de frutas en el mercado, jornalero de alguna finca o peón de hacienda ganadera, entre los muchos oficios elementales que le ofrecía la vida; también estaba el peligro de dejarse llevar por el ocio, vincularse a alguna pandilla, enrolarse a grupos armados ilegales frecuentar billares, andar de rumba en rumba, tomar licor y enfrentar la tentación de otros vicios.
Pero tenía algo muy claro. Quería ocuparse en algo que le generara algún modesto ingreso, sin abandonar sus estudios. Asi tuviera que cumplir largas caminatas desde su barrio Edmundo López hasta la escuela Cristóbal Colón del barrio P5, o a hasta el Colegio Nacional José María Córdoba, a estudiar la secundaria; o devorar kilómetros a pie -ida y regreso- hacia la Universidad de Córdoba a adelantar una carrera de licenciatura en Ciencias Sociales. Convencido de que el hábito no hace al monje, asistía a la Universidad con ropa o zapatos remendados pero limpios. El pelaje de este hombre era como el que aludia aquella ranchera que escuchábamos de niño: «existen aves que cruzan el pantano y no se manchan…»
Mientras devoraba libros y estudiaba, llevaba en su mente aquello de que «ningún trabajo es deshonra». Por eso, lavó carros, vendió lotería, vendió leche y trabajó en residencias nocturnas mientras iba amalgamándose el futuro profesional.
El humilde mozalbete del Edmundo López, 4a. etapa, soñaba en convertirse en maestro, en educador y por qué no, en profesor universitario.
Torres Oviedo terminó su licenciatura en la Universidad de Córdoba, institución que regenta como rector desde el pasado 18 de diciembre; luego se especializó en filosofía política en la Universidad de Cartagena y en gerencia pública en la UPB de esta capital. Pero no paró allí. Después adelantó maestría y doctorado en filosofía política en la UPB de Medellín. Como si fuera poca su avidez por aprender, terminó abogacía en la Universidad del Sinú, y aunque no ejerce esa profesión, le ha servido demasiado para intentar ser mejor persona y para enriquecer, interpretar y comprender tantos problemas que hoy debe resolver a diario.
El actual rector de la Universidad de Córdoba fue profesor muy joven en la UPB de Montería durante la rectoría de monseñor Darío Molina Jaramillo, quien lo apoyó mucho porque este centro docente le facilitó el camino para adelantar la mayor parte de sus estudios posgraduales.
Con 17 años de experiencia en el mundo universitario, fue evaluador e investigador junior de Colciencias y miembro del Consejo Superior de la Unicor.
«Montería tiene una deuda social muy grande y ese es el reto que hay que enfrentar hacia el futuro inmediato; cuando uno mira a países que hace 50 años estaban peor que Colombia, -Singapur, Corea, Taiwan- los llamados «tigres del Asia», eran considerados inviables porque no tenian ninguna posibilidad de desarrollo y transformación. Hoy son potencias mundiales. ¿Qué hicieron? Leer, enfatizar en la educación y desde allí empezar las transformaciones. El 70% del territorio de Singapur es pantano y el agua potable que consume se la compra a su vecina Malasia. Singapur es hoy una potencia en electrónica y video electrónica; Finlandia, un país congelado durante siete meses del año, es una potencia en telefonía. Esta es una lectura que tenemos que hacer los colombianos porque la educación hace posible la transformación de una sociedad. Y si esto lo llevamos al contexto de Córdoba, con mucha más razón», puntualizó el rector del Alma Mater.
La Universidad de Córdoba es la única institucion pública de educacion superior que tiene este departamento. Su capacidad instalada es inmensa pero su cobertura es limitada. Tiene cerca de 15.000 estudiantes y una demanda creciente de cupos. El rector reconoce que hay que ampliar el número de alumnos y diversificar la oferta académica.
«El dia que esta universidad tenga 60 o 70 mil estudiantes, haremos la verdadera revolución del departamento de Córdoba. Porque estaremos cambiando la mentalidad de la sociedad. Y todo esto se logra a través de la educación», recalcó.
Por tal razón ha abierto las puertas de la institución a la dirigencia política, a las autoridades gubernamentales, a los sectores sociales, empresariales e intelectuales.
Este centro docente ha sido uno de los más sufridos y aguantadores de su vida semicentenaria. Los liberales y conservadores y después los nuevos partidos que surgieron debido al desgaste de los primeros, se comportaron peor que la madrastra de Cenicienta, la noche de su gran baile en el castillo real cuando le arrebataron las cintas, los adornos, los zapatos y le rasgaron el vestido. Los politiqueros de turno siempre consideraron la universidad como un fortín burocrático y como un ponqué económico. Nunca la miraron de cuerpo entero, nunca le observaron su proyección y categoría académica, ni su potencial para enriquecer el conocimiento de la juventud cordobesa; se creyeron con el derecho de meterse como Pedro por su casa y hacer lo que les dio la gana pisoteando normas y postulados con la hipócrita complacencia de las autoridades de turno.
Para colmo de males, en el escenario aparecieron luego la guerrilla y el paramilitarismo. Agregando un ingrediente más doloroso: la muerte. Los paracos -con Mancuso, Castaño y su séquito de criminales a la cabeza- se creyeron con el derecho de dar órdenes desde el monte, de quitar y poner rectores, de cambiar, amenazar o suprimir físicamente decanos, docentes, trabajadores y estudiantes y de infiltrar asesinos. Un verdadero caldo de cultivo para la guerra desigual. Por eso este rector, que presenció en parte este drama, ha tenido que ir reconstruyendo la universidad en todos los frentes y en medio de la humeante inconformidad que dejaron tantas jornadas de protesta, de zozobra, de pedreas, de detenciones, de allanamientos y de heridos.
«Esta universidad tenemos que protegerla, fortaleciendo sus procesos: que este campus universitario sea más grande y tenga todas las condiciones para estudiar. De ahí su liderazgo y el llamado que he venido haciendo a la dirigencia política. Mirar más a la Universidad. Aquí es donde está el conocimiento, la ciencia. Es lo que hacen los países del primer mundo. Allá no hacen una política pública si no pasa por el filtro de la ciencia. Asi como los antioqueños aman su Universidad de Antioquia y los colombianos la Universidad Nacional, los cordobeses debemos amar nuestra centro de educación superior porque es el pulmón por donde respira este departamento».
En este punto de la entrevista con Torres Oviedo, éste explicó que la Universidad no ha estado de espaldas a la sociedad, sino que la sociedad ha estado de espaldas a la Universidad y por eso estableció la política de puertas abiertas. Autónomamente, el rector seleccionó para todas las decanaturas a personal doctorado, especializado y cuyo alfa y omega es la academia y no la politiquería. Y para ello no aceptó ningún tipo de recomendación ni padrinazgo. Con emoción, con vehemencia y casi tocando linderos ideales, Torres Oviedo está convencido de que saldrá airoso. Le hicimos ver que, entretanto, Colombia sigue exhibiendo manifestaciones colosales de corrupción donde no se salvan instituciones otrora intocables como el Congreso, el Ejército, la Policía, el clero, la empresa privada y todo en medio de un proceso de paz frágil por la cantidad de enemigos «agazapados» que tiene, de los paramilitares que nunca se desmovilizaron, de los narcotraficantes y de otros grupos ilegales. Su respuesta fue filosófica citando a Nietzsche, quien hablaba de lo apolíneo y de lo dionisíaco. «Apolo es la armonía, la racionalidad, el equilibrio; Dionisio es el caos, la anarquía, lo irascible. O sea, Apolo y Dionisio hacen parte de la naturaleza humana en donde están el bien y el mal; podemos hacer el bien y también el mal. Hago mis comentarios desde lo apolíneo, con la convicción de que sí podemos, pero siempre vamos a encontrar lo dionisiaco, como un obstáculo, como un impedimento. En Córdoba ha imperado el egoismo por encima de los intereses colectivos. El progreso y el desarrollo no deben tener color político, situación que ha impedido que hayamos construido un departamento articulado, cohesionado, como el Eje Cafetero, Antioquia o Cundinamarca, por ejemplo. En Córdoba ha predominado una visión parcializada y egoista del desarrollo. «Esta es una universidad con muchas necesidades pero la gente tiene una percepción de que está nadando en dinero y es todo lo contrario. El presupuesto es supremamente limitado. Nosotros arrancamos con un déficit de casi $10 mil millones; si esta universidad no se maneja con responsabilidad, se quiebra. La situación es sensible y el llamado de apertura que he hecho es porque entiendo el escenario en que estoy y la responsabilidad que he asumido». Por eso, el rector ha convertido el diálogo en una forma de vida. Diariamente conversa con estudiantes y profesores en pasillos, en la cafetería, comiendo con ellos; reactivó la actividad deportiva (esta universidad tiene un alto potencial), la actividad artística, grupos de teatro, tarifa de transporte más económica, los murales, la banda marcial, grupos folclóricos que irán a barrios y municipios; incrementó admisiones y hay confianza, sin encapuchados, con tolerancia, con persuasión, sin prejuicios. «Cuando se atiende a la comunidad, no se valida la violencia», sostiene el hombre que cuando era un mozalbete, vendía leche, lotería e iba a la universidad con pantalones y zapatos remendados…