Termina un conflicto

En el Bajo Cauca, se han sentido y padecido, las implicaciones de este conflicto, que ha limitado el crecimiento y bienestar de sus habitantes.

Hoy Colombia cierra una página de su historia signada por la violencia que significa: muerte, sufrimiento, privaciones, atropellos, intolerancia, injusticia, iniquidad, desplazamiento, desconocimiento del otro, exclusión, derroche insensato de recursos públicos y privados, víctimas, pérdida de oportunidades, secuestro, atraso, barbarie en algunos casos, miedo, inmovilidad social, concentración de la tierra, criminalización de la minería, pobreza, ausencia de Estado Social de Derecho.
Muchos colombianos: hombres, mujeres, niños, de todas las etnias y condiciones sociales, perdieron la vida en este enfrentamiento, sustentado en ideologías e intereses, que hoy nadie se atreve a defender y menos a presentar como justificación válida para el homicidio oficial o privado, para persistir en un enfrentamiento fratricida, que niega los derechos más elementales y los principios filosóficos construidos en miles de años por la especie humana que podemos resumir en una frase: Ninguna ideología merece el sacrificio de una vida.
Muchos colombianos sacrificaron su existencia en las cárceles, en el exilio, por las mutilaciones causadas en el enfrentamiento armado o simplemente por ocupar y caminar por un territorio invadido por la muerte. Un grupo de hombres y mujeres determinaron, en buena hora, sentarse a conversar sobre lo que nos separa o nos acerca a la unión, a la fraternidad, a la convivencia civilizada, culta, cumpliendo con acuerdos previos del Gobierno nacional y los comandantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército Popular: Farc – EP. El resultado de estas conversaciones es la terminación del conflicto armado más largo en la historia colombiana, hecho que ha sido celebrado por múltiples organizaciones internacionales y Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas, como por las iglesias más reconocidas en el ámbito mundial.
En el Bajo Cauca Antioqueño, se han sentido y padecido, las implicaciones de este conflicto, que ha limitado el crecimiento y bienestar de sus habitantes: mestizos, negros, indígenas, pobres, ricos, letrados e iletrados, que ha debilitado la gestión de los gobiernos locales y ha condenado a la región a condiciones de miseria y pobreza que constituyen la mayor violación de los derechos humanos. En los asentamientos marginales de Nechí, El Bagre, Zaragoza, Cauca-
sia, Cáceres, Tarazá, mujeres solas: viudas, huérfanas, violadas, ultrajadas, luchan día a día por trascender su condición de víctimas, con el espanto en sus ojos, y el sufrimiento de la mano, encarnado en los niños y niñas que perdieron a sus padres en este conflicto.
El dos de octubre, mediante plebiscito, tenemos la oportunidad de decir: ¡Basta ya! Sí. Le apostamos a la paz!

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