Sentimientos encontrados nos agobian mientras el miedo se apodera de nosotros por tantas vicisitudes que golpean a Colombia.
Nos da miedo hablar de Timochenko porque nos tratan de comunistas.
Nos da miedo hablar del «Mesías» que busca la presidencia por tercera vez porque nos califican de castrochavistas.
Nos da miedo hablar de las muertes selectivas cometidas por paracos, por que el silencio nos garantiza vivir. Silencio de miedo si decimos que Claudia y Robledo son los mejores parlamentarios y juntos con Petro y Fajardo, los mejores candidatos.
Miedo como en las peores épocas, decir que apoyamos a De La Calle porque lo señalan como el candidato de la Farc.
Miedo si recordamos en voz alta que el liberalismo fue el partido de mayoría en todos los pueblos del Nordeste y Bajo Cauca Antioqueño y que los otros se podían contar con los dedos. Miedo de hablar de los alcaldes que optaron por cambiar himnos y escudos por camellos, burros sabaneros ligados a los corruptos de Sahagún y Ovejas. Miedo de polemizar con viejos amigos porque reaccionan con la rabia de una venenosa mapaná barriga arriba que se asemeja a los voltiarepas. Miedo de hablar de paz porque el ideal es la guerra iniciada con las “Convivir”, creadas por Álvaro y la hipócrita tolerancia del presidente Gaviria. Miedo que el Gobierno incumpla a las Farc y retorne la violencia como la desean avezados carniceros. Miedo de algunos informes fiscales sobre gastos de alcaldías donde la mermelada se combina con burocracia de sueldos o contratos fabulosos a numerosos e inútiles asesores y del serrucho para pagar inversiones de campaña.
Miedo de los coscorrones del voltiarepa Vargas Lleras. shhh…