Brasilia, Brasil.– En el mundo no hay quien no rehúya de la pandemia ni de su parto, el Covid-19. El virus resultó agresivo y mortífero y ya lleva en su haber centenares de muertos de todas las edades, de todas las razas y de todos los idiomas. Los habitantes del planeta Tierra reclaman cada vez con mayor intensidad armas capaces de combatirlo y derrotarlo. Esas armas son las vacunas y un ejército de científicos y médicos trabaja incesante para alcanzar ese logro. Simultáneamente hay dos personajes que se han mofado y subestimado la letalidad del Coronavirus. Se llaman Jair Bolsonaro de Brasil y Donald Trump de los EE.UU. Parecen hermanitos gemelos por su manera de pensar. El primero se burló de la pandemia calificándola de gripita pasajera y el segundo dijo que se trataba de algo inocuo incapaz de paralizar la actividad económica de todos los días. Ambos pretendieron desafiar al mal y de continuar con el ritmo de trabajo y sin ninguna prevención contra él. ¿Resultados? Los contagios se treparon como enredadera y los muertos han sido tantos que colapsaron bóvedas, sepulcros y anfiteatros. A 30 de junio en Brasil, la flamante Brasil atropellada por este hombre necio e irresponsable se contabilizan 1.368.195 contagiados y 58.314 fallecidos. El segundo no tomó ninguna medida preventiva, ni tapabocas, ni cuarentenas, ni aislamientos, ni control social, porque el Coronavirus no era más que un pequeño cuento mal contado. Para colmo de males, un afroamericano de esos que atropellan los policías gringos asesinaron a George Floyd, lo cual desató una protesta masiva de costa a costa que se unió a la inconformidad que se gestaba por la desatención al peligro de la pandemia. Violencia, vandalismo, miles de encarcelados, centenares de heridos y un deseo de no querer cerrar ciertas industrias porque supuestamente no había pasado nada, desembocaron en un cuadro más dramático y doloroso que Brasil: 2.634.432 contagiados y 127.410 muertos. Entre tanto, con mayor o menor intensidad otros pueblos del orbe enfrentan con decisión al pernicioso Covid-19 con las armas y con los recursos de que disponen. Y aunque la batalla es desigual, no quieren dejar caer sus banderas.