La Mojana en alerta roja ante inundaciones.
Tarazá.-Las intensas lluvias provocadas en el interior del país por el fenómeno de La Niña han contribuido al aumento de nivel de los caudales de los ríos que vienen bajando del sur, concretamente del Macizo Colombiano como el Cauca y el Magdalena. Estas aguas al entrar a tierra antioqueña muchos de ellos llegan a punto de desbordarse. En Puerto Valdivia, donde mueren las grandes alturas de la cordillera occidental y nacen las serranías de Abibe, San Jerónimo y Ayapel el Cauca se encañona y empieza a recibir tributos de numerosos ríos menores, Quebradas y saturados espejos de agua. El río Tarazá, totalmente desbordado, ha producido graves daños en viviendas, perdidas de animales domésticos, enseres, cultivos y poniendo en peligro la vida de cientos de personas antes de morir en el Cauca, otros pequeños afluentes como el Rayo, el Man y otros provenientes de Cáceres siguen entregando cuentas al gran cordón de agua amarillenta, generando más daño y más destrucción en la carrera primera de Caucasia se sigue socavando esta vía mientras los pequeños comerciantes hacen fuerza para que no siga subiendo el nivel de las aguas. Más adelante la amenaza queda en pie sobre los corregimientos de Margento y Colorado y quedan con el agua hasta el cuello. En Nechí, último municipio antioqueño del noreste también sufre las mismas calamidades mientras el río del mismo nombre cae sobre el Cauca y se forma una especie de inmenso lago que irrespeta el colegió, la escuela, las tiendas y almacenes, la Alcaldía, barrios enteros y lanza en ristre arremete contra los más importantes cultivos de arroz, parcelas de pancoger. La peligrosa aventura del Cauca pasa por el sur de Bolívar, San Jacinto del Cauca, la Mojana sucreña, Majagual, Montecristo, Sucre (Sucre), hasta que cansado de tan largo viaje se rinde ante el gran río Magdalena que, sigue el peligroso juego de la destrucción hasta llegar a Barranquilla. No hay lugar ribereño en estos momentos que no esté resentido contra los dos caudales. Las organizaciones de socorro de todas sus poblaciones están en alerta roja, trasladando gente de un lugar a otro, cuidando principalmente a niños y ancianos, llevando frazadas, alimentos, medicina y personal médico. Toda una batalla contra la muerte y la destrucción. Ya se reportan los primeros muertos y desaparecidos, los pueblos claman por más ayudas. El gobierno hace promesas que no podrá cumplir hasta la nueva tragedia.