La pequeña factoría, que en 3 años ha crecido inmensamente, atiende pedidos de todo el país y sus proyectos de crecimiento suben como espuma paralelamente a su desarrollo.
Montería.- Hace cerca de dos o tres años, con otros 4 amigos, juntos se embarcaron en una apasionante aventura. Estaban empeñados en producir vino procedente de la agridulce fruta del corozo, abundante y silvestre en los suelos cordobeses. Por diferentes motivos, el grupo de 4 quedó solo con dos. Quizas los que se fueron hallaron mejores motivaciones. Los abogados Sebastian Lora e Ingry Acosta reemprendieron solos la gran aventura. Trabajaban de día y de noche y enfrentaron todos los oficios posibles e inconvenientes que demanda el intento de sacarle sabor al corozo. Compraban y envasaban botellas, ponian tapas y pegaban sellos y luego empezaron a ofertar el nuevo producto. “Nosotros arrancamos un diciembre justo antes de pandemia en una de las primeras ferias que organizaba la alcaldía de Marcos Pineda, habiamos hecho un vino en sociedad como lo hacian nuestros abuelos sin mucho mas que una botella y el solo líquido, lo empezamos a ofrecer y justo despues de ese diciembre ocurrio la pandemia, por lo tanto para ofrecer nuestros productos nos apoyamos de las redes sociales como Facebook e Instagram”, sostiene Sebastian Lora, gerente y cofundador de la empresa de vinos Maria Barilla. “Estando en pandemia con el aislamiento que implica, la gente encontró refugio en el consumo de vino para relajarse del estres que produjo esta situación. Nosotros arrancamos primero con el vino de corozo, en una sociedad a 50% con Ingrid Acosta Rhenals. Somos los socios y cocreadores de esta empresa, del vino de la Maria Barilla o MB”, recordó el titular de la joven factoría. Pero no fue solo vino de corozo, sino que los dos profesionales empezaron a utilizar otras frutas para la producción de vino como guayaba agria, corombolo o carambolo y mango biche. Además se empaparon de la vieja tradición existente en casa de los abuelos y de señores que poblaron desde mucho antes de la mitad del siglo pasado cuando aun estas tierras pertenecian al departamento de Bolívar, legaron sus saberes y apetencias a este producto. Pero los recuerdos del gerente Lora se mantienen vívidos: “Venimos de familias de estrato medio, estudiamos en la Universidad del Sinú por medio de créditos educativos. En la etiqueta de nuestra botella se puede ver la bailarina que representa a Maria Barilla, la misma que se encuentra en el monumento de la Ronda del Sinú. El vino de corozo era muy común en todas las casas de Montería, todos tienen un recuerdo de un abuelo o abuela que enterraban bajo tierra o guardaban en una caneca una botella con vino fermentado de corozo que era compartido en las festividades. Nuestra idea era sacar la tradición del corozo que venía de hace muchos años del núcleo familiar y meterlo en una botella, ponerle una identidad, una marca, un nombre, algo propio con lo cual nos podamos sentir identificados y que tenga una presencia comercial. En esta idea iniciamos con un presupuesto de 50 mil pesos, con muchas ganas, sin saber mucho del negocio y todo lo que implica, trasnochando mucho al principio, caminamos por las discotecas y restaurantes pidiendo botellas, no teníamos trabajadores, solo éramos nosotros dos”. Como puede verse, hubo muchos pequeños actos heróicos repletos de sacrificios, de fé y de esperanzas. Nada los doblegó ni los amilanó. Su perseverancia se mantuvo incólume ante las adversidades que hallaron a su paso. El resto de la historia incluye la presencia de los productos cordobeses en la casi totalidad de las capitales colombianas, incluida su unánime aceptación. Hoy por hoy, la producción va en ascenso, los pedidos crecen y el número de personas de dentro y fuera de la pequeña factoría aumenta a pasos seguros. “Con los frutos del negocio fuimos reinvirtiendo y hemos conseguido construir una planta de vinos y bebidas alcohólicas en Montería que anteriormente no se veía ni se conocía en todo el departamento. La planta fue avalada por el Invima en cuanto a sus condiciones sanitarias, tiene 400 metros cuadrados y ha sido posible gracias a los consumidores que han recibido el producto con agrado, lo han compartido y llevado como recuerdo a sus familiares, les causa orgullo y lo muestran como un símbolo de la ciudad. Ha sido una bendición que sigue en aumento y estamos presente en 40 ciudades a nivel nacional, como Bogotá, Cartagena, Medellín, Barranquilla, Caucasia, Montelíbano, Necoclí, Apartadó, Turbo y una larga lista de municipios. Estamos comprometidos con la responsabilidad de mejorar nuestros procesos y seguir procurando la legalización de nuestro producto para poder exportar libremente a otros países. Soñamos en grande, podríamos inundar los mercados internacionales y llegar muy lejos. Lo que ha sucedido no solo ha sido una satisfacción a nivel económico sino que ha generado puestos de trabajo. Tenemos varias presentaciones del vino hoy en día, el vino de corozo, el de mango biche, el de carambola y el de guayaba agria. La adquisición de todas estas frutas nos ha llevado a tener un acercamiento con el campesino, el corozo no se siembra, nace silvestre, son los campesinos los que lo recogen y lo comercian, nosotros lo compramos por toneladas y generamos empleo, llevando parte de esto a los campesinos que recogen la fruta en El Banco, Magdalena; en Magangué, en San Marcos, en Tierralta y otros sitios. Sabemos que hay personas que se están beneficiando de esto, el campesino, el vendedor de botellas, la importación de corchos, los distribuidores, un total de 100 a 150 familias que se benefician de este emprendimiento directa o indirectamente. En diciembre tenemos 24 trabajadores activos en la planta ya que se mueve más la industria en los meses de celebraciones”. Con todo, el corozo no se cultiva comercialmente como deberia ser, para satisfacer las demandas de la pequeña factoría. Pensando en eso, los directivos han programado siembras comerciales en diferentes sitios, no solo de Córdoba, sino de Bolívar y Magdalena. Es otro proyecto de considerable aliento pero necesario para la larga vida de la fábrica establecida en la capital de Córdoba. Por lo demás, Sebastian Lora destacó el trabajo profesional que se cumple en el camino de llegar a un vino de aceptación total. “En esta empresa convergen varios profesionales, de los cuales resalta nuestro director técnico, un ingeniero químico especialista en bebidas fermentadas y filtración con 30 años de experiencia produciendo bebidas alcohólicas a nivel nacional e internacional, quien ha logrado pasar de la bebida típica procesada en el hogar a una bebida embotellada que pasa por procesos de clarificación, filtración, estabilización y conservación”, puntualizó nuestro entrevistado.
Sebastian Lora e Ingry Acosta, verdaderos quijotes en la historia del vino cordobés que empieza a escribirse.