En Caucasia, las calles se llenaron de manifestantes. “Sigue el paro ya que todavía no se llega a un acuerdo con el gobierno. El gobierno ha escuchado la propuesta de los mineros, pero no ha aceptado.
El gobierno dio la orden de quemar la maquinaria amarilla del Bajo Cauca, la herramienta de trabajo de nosotros. Le pedimos suspender ese decreto 2235 que ordena quemar la maquinaria mientras se entra a negociar las peticiones de nosotros de legalización y formalización. El gobierno ha dicho que eso es inamovible” afirmó Fabio Builes, un minero de mediana producción para quien la explotación del metal
precioso ha sido su alfa y omega a lo largo de más de 50 años. Builes, cuyo apellido no tiene nada que ver con el monseñor Builes de mediados de siglo pasado que mandaba desde el púlpito a matar liberales en los tiempo en que advino la violencia que tanta sangre ha derramado en el suelo de la patria, ha vivido todos los altibajos que suscitó la minería del oro en cada bonanza. Ponderado y se rio, no oculta su preocupación por los acuerdos que no ve materializarse por el gobierno actual, empecinado además, en recuperar las aguas de algunas quebradas y riachuelos y de minimizar el uso del peligroso mercurio. La presencia de altos funcionarios del estado como ministros y viceministros no se hizo esperar.
En las conversaciones y contactos se adelantaron también en el vecino cordobés Montelíbano a causa de los desórdenes que seguían presentándose en la parte urbana de Caucasia. En dichas reuniones también estuvo presente el presidente Gustavo Petro. Sin embargo, todo se concentra en la destrucción de las maquinarias para lo cual el gobierno no quiere dar su brazo a torcer ni los mineros se comprometen a levantar el paro mientras no surja una luz verde que los ilumine a todos. Por esta razón, más de un ciudadano de Caucasia en particular y del Bajo Cauca en general ha opinado que a pesar de todas las contingencias sufridas en el pasado, lo que hoy por hoy ha impactado a Caucasia, es un verdadero huracán de calamidades nunca antes presentadas en su conjunto. En 30 días y con las tiendas y mercados cerrados, el tráfico vehicular paralizado, desordenes en las calles con quemas de llantas y bloqueos con troncos de árboles, la tensa situación en Cáceres y Tarazá, son ingredientes que mantienen empañado el panorama. Como si fuera poco la presencia física de guerrilleros del ELN y de las disidencias de las Farc de un lado, y de paramilitares del Clan del Golfo, del otro, no garantizan tranquilidad futura aun logrando un acuerdo entre mineros y gobierno. Por ejemplo, en cercanías del municipio de Valdivia se han encontrado varios cadáveres de jóvenes supuestamente combatientes de algunos de los grupos armados en contienda. Se ha especulado que lo anterior es producto de enfrentamientos en el monte entre guerrillos y paracos, sin que se haya establecido de que grupo proceden. También se especula que hay más cadáveres en el área, que la tirantez de la situación ha impedido encontrarlos. Por eso la desazón causada por este singular huracán se ha trepado a los contornos de la cordillera occidental adonde se encuentran Cedeño y Briceño. De otro lado, mientras todo esto ocurre, el defensor del pueblo de Caucasia, Onaldo Córdoba, no ha cesado sus gestiones para evitar el bloqueo de vehículos por la troncal occidental, incluyendo las ambulancias, una de las cuales transportaba enfermos de El Bagre hacia Caucasia. Sus ocupantes fueron obligados a bajarse del vehículo incluyendo los enfermos. Ante todas estas situaciones conocidas, el defensor del Pueblo, se ha
insistido por su no repetición, Este funcionario se ha mostrado también impotente al igual que el Alcalde de Caucasia, Jefferson Sarmiento Ortiz, para contener la violencia de las turbas que le dieron un golpe bajo al municipio más próspero del Bajo Cauca.