La movilización fue en todo el país sin hechos que lamentar
El presidente Gustavo Petro convocó nuevamente al pueblo, presidió una nutrida concentración en Bogotá y estuvo pendiente de otras concentraciones en el resto del país, el 1 de mayo. El mandatario explicó la importancia de las reformas laboral, pensional y a la salud que iniciaron su trámite en el Congreso.
Le agradezco al pueblo trabajador su asistencia a este lugar que queremos consolidar como un punto de comunicación sincera entre el Gobierno y el pueblo colombiano. Durante muchas marchas del 1° de Mayo, he estado allí con las pancartas, caminando, gritando a veces, una y otra vez. A veces me parecía que era un rito, un acto por cumplir, pero que había perdido en cierta forma la esencia misma de lo que significa el pueblo trabajador, sus luchas y lo que significa el que el pueblo trabajador esté al lado de las grandes transformaciones de Colombia. Este acto lo saqué de un ejemplo que nos dio el ex presidente Alfonso López Pumarejo, al cual le decían ‘Compañero Presidente’, que, siendo miembro de una de las élites más ricas del país, decidió una transformación social de las más profundas que se han intentado en Colombia, a nombre de su gobierno y del Partido Liberal de aquel entonces –era un partido profundamente progresista–, y que quería desarrollar unas tareas democráticas que la República, desde su fundación, no había podido, no había querido, desarrollar. La Reforma Agraria, una de ellas; la aparición del sindicalismo como una fuerza organizada de los trabajadores, otra de ellas; la posibilidad de un pacto democrático que modernizara el país, allá en el año 36. Alfonso López Pumarejo salía a estos balcones –no exactamente aquí– a hablar con el pueblo en los primeros de mayo y a trazar esa alianza entre un gobierno y la clase obrera, como base de un cambio y una transformación de la misma y de toda la sociedad colombiana. Ese es un ejemplo que quedó en la historia. Lo hundieron en medio de la violencia. Hasta al mismo Alfonso López Pumarejo le intentaron dar un golpe de Estado en su segundo gobierno. Paralizaron sus reformas a partir de la muerte, las masacres empezaron a sucederse, el terror sobre el pueblo campesino fue creciendo, hasta que asesinaron a una de las personas que quería desarrollar eso que se llamó la Revolución en Marcha: Jorge Eliécer Gaitán. Y desde ahí apareció esta violencia que no termina, que ha matado a más de un millón de colombianos y colombianas, que ha sembrado las tierras, no de surcos para cultivar alimentos, sino de tumbas, de fosas.